Todas las actividades humanas dependen, de una forma u otra, de la naturaleza. Pero si hay una ligada especialmente al medioambiente esa es la industria de la alimentación y las bebidas. No solo por la importancia de la agricultura y la ganadería, que ocupan la mitad de la superficie de tierra habitable del planeta y consumen el 70 % del agua dulce que usamos los humanos, sino también por su vulnerabilidad ante los eventos climáticos extremos o por su impacto directo sobre la biodiversidad y el entorno.
La regulación ambiental es cada vez más estricta en casi todas las partes del mundo y la preocupación de la sociedad por la contaminación y la pérdida de biodiversidad no ha dejado de aumentar en los últimos años. España no ha sido ajena a esta tendencia: el escrutinio público sobre el uso que la industria de la alimentación y las bebidas hace de los recursos, el agua, la tierra y los animales es cada vez mayor, lo que a su vez ha multiplicado también los riesgos legales y reputacionales para el sector. ¿Cómo hacer frente a este escenario cada vez más complejo?
La industria de la alimentación y las bebidas puede tener un impacto directo e indirecto en problemas ambientales como la destrucción de ecosistemas y la degradación de la tierra, la sobreexplotación de recursos naturales, la contaminación del agua y de la tierra, el cambio climático o la introducción de especies invasoras. Esto hace que sufra una presión regulatoria y pública cada vez mayor, por lo que estos incidentes se han convertido en una fuente importante de reclamaciones y son un asunto que preocupa a todos los actores de la industria.
La repercusión de una regulación tan cambiante en materia medioambiental hace que las empresas del sector vean incrementado el número de inspecciones y, por tanto, el riesgo de sanciones ante incumplimientos. La incertidumbre de estar o no cumpliendo las normativas regionales, nacionales o europeas afecta, por ejemplo, a las operaciones de fusiones y adquisiciones que, cada vez más, recurren al aseguramiento de futuros posibles eventos medioambientales para protegerse de potenciales sanciones que no tienen previstas en sus modelos de inversión.
De acuerdo con la última Encuesta Mundial de Alimentos y Bebidas elaborada por WTW, el 40 % de los directivos de empresas del sector considera el medioambiente como su mayor fuente externa de riesgos y el 46 % identifica la marca y la reputación, vinculadas a factores ambientales, sociales y de gobernanza (ESG, por sus siglas en inglés), como su mayor fuente interna de riesgos.
Por otro lado, la industria también sufre de forma directa e indirecta los efectos de problemas ambientales como el cambio climático, los eventos meteorológicos extremos más frecuentes y severos, las sequías prolongadas, las pandemias que afectan al ganado, la degradación de la tierra y su pérdida de productividad o la contaminación de los ecosistemas.
Concretamente en España, además de sufrir la sequía, observamos con preocupación otra fuente de riesgos potenciales derivada del almacenamiento o manipulación de materiales peligrosos, como combustibles o productos fitosanitarios, o el almacenamiento a granel de materiales que a priori no son peligrosos, pero sí pueden causar daños ambientales, como los aceites o la leche. El procesamiento y la eliminación de residuos también se ha convertido en una fuente de riesgos al alza.
Contar con expertos en gestión de riesgos medioambientales es la manera más efectiva de reducir las exposiciones y la vulnerabilidad de las empresas del sector de la alimentación y las bebidas, así como garantizar el cumplimiento de la regulación, sea cual sea el mercado en que se opere. Desde WTW vemos necesario aportar a nuestros clientes expertos que puedan llevar a cabo servicios de auditoría en la gestión del riesgo medioambiental así como apoyar en la mitigación del riesgo de un incidente de contaminación y lograr los objetivos ambientales, sociales y de gobernanza (ESG) y llevar a cabo un control de salud ambiental.
A través del seguro de responsabilidad por daños medioambientales, no solo se cubre la responsabilidad del asegurado ante terceros, sino también los impactos inmediatos en su balance financiero, desde gastos legales hasta costes de limpieza, restauración medioambiental o pérdida de ganancias. También se brinda acceso a consultores, abogados ambientales y equipos de respuesta a vertidos para limitar los daños reputacionales que pudieran generar este tipo de incidentes.
Las pólizas de responsabilidad por daños medioambientales protegen al asegurado ante eventos de contaminación operativa (causada por sus actividades y procesos habituales), contaminación histórica (causada por actividades pasadas o las actividades de un propietario anterior de las que el asegurado podría llegar a ser responsable) y contaminación transaccional (si se hereda un sitio contaminado a través de una operación de fusión o adquisición).
Además de la protección del monto total de la reclamación, el seguro medioambiental incluye coberturas para costes que pueden no estar incluidos en las pólizas de responsabilidad civil general y son de muy elevada cuantía:
En definitiva, la actividad de la industria de la alimentación y las bebidas se enfrenta a cada vez más riesgos ambientales, ya sean por daños causados directamente por su actividad (como contaminación de tierras o pérdida de la biodiversidad) como por gastos y costes que les afecten de manera indirecta (como los daños reputacionales).
Analizar el riesgo medioambiental y estudiar la protección que una estrategia de gestión de riesgos adecuada apoyándose en las herramientas que ofrece el mercado asegurador es la mejor forma de minimizar el impacto y reforzar la continuidad del negocio.