Dirigir, gestionar y operar una empresa significa asumir riesgos. En el contexto actual, con una economía global, pero al mismo tiempo muy marcada por los vaivenes geopolíticos, y una competencia creciente, las organizaciones asumen cada vez más riesgos de carácter financiero, como el riesgo crediticio o el riesgo de liquidez. Pero, ¿a qué nos referimos exactamente cuando hablamos de liquidez y qué riesgos entraña?
Sea cual sea el tamaño de la empresa, la liquidez es la capacidad de transformar un activo en dinero en efectivo sin que se produzca una pérdida de valor. De hecho, todos los activos se pueden clasificar en base a su liquidez, dividiéndose entre activos corrientes (todos aquellos pueden convertirse en efectivo en un máximo de un año, como deudas o inversiones a corto plazo) y activos no corrientes.
Teniendo esto en cuenta, el riesgo de liquidez es el riesgo que tienen las empresas para poder hacer frente a sus obligaciones de pago a corto plazo, basándose en los activos líquidos de los que dispone. Es decir, el riesgo de liquidez es la dificultad que tiene una organización de convertir sus activos en efectivo sin tener que incurrir en una pérdida.
Esto implica que una empresa puede tener un capital elevado, pero al mismo tiempo mantener un riesgo de liquidez muy alto. Por ejemplo, este sería el caso de una organización que posee una gran cantidad de bienes inmuebles, pero cuando necesita convertirlos en efectivo de forma urgente se ve obligada a negociar su precio a la baja, perdiendo valor en la transacción.
El riesgo de liquidez se ve influido por una serie de factores internos y externos a la empresa, entre los que destacan:
Existen varias formas de medir el riesgo de liquidez, aunque la forma más común es evaluarlo mediante el ratio de liquidez. Este se calcula dividiendo el activo corriente, es decir sus valores líquidos, entre su pasivo corriente, es decir, sus obligaciones. Es índice sirve para medir la liquidez general de una empresa. Además, esta fórmula señala la capacidad de una empresa para afrontar los próximos pagos de su deuda u otras obligaciones con la parte más líquida de sus activos a corto plazo.
Otras fórmulas para medir el riesgo de liquidez son el test ácido (se calcula dividiendo el activo corriente menos el inventario de existencias entre el pasivo corriente) y el ratio de caja (que se calcula dividiendo el dinero en caja más los activos financieros entre el pasivo corriente).
Es muy importante conocer y mitigar el riesgo de liquidez de la empresa, ya que de él depende el buen funcionamiento de la misma. La falta de liquidez puede llegar a afectar al proceso productivo, con los problemas que esto podría ocasionar al buen funcionamiento y a la viabilidad de la empresa. Sin una política de liquidez adecuada, la organización no podrá cumplir con sus obligaciones frente a terceros ni hacer frente a sus propias necesidades internas y de gestión.
Una buena estrategia para mitigar el riesgo de liquidez pasa por implementar procesos internos que permitan prevenir y dar solución a este riesgo. Para ello, deben tener en cuenta las siguientes acciones:
Las empresas que no cuenten con liquidez suficiente no podrán llevar a cabo inversiones que optimicen sus procesos de producción, abrir nuevas líneas de productos, ni avanzar en su expansión comercial a través de nuevos mercados nacionales e internacionales que les permitan crecer de forma estructurada. En este sentido los seguros de crédito y de caución se convierten en un importante instrumento para mitigar el riesgo de liquidez.
Mediante el seguro de crédito se mitiga el riesgo de liquidez facilitándole a la empresa información sobre la capacidad de pago a corto plazo de los clientes cuya venta de productos o servicios no se produzca al contado. Además, se asegura el pago en el caso de que las facturas resulten impagadas y se lleva a cabo el recobro de las deudas por parte de personal experimentado de la empresa aseguradora. Así mismo, el seguro de crédito proporciona a la empresa un acceso más ágil y económico a la financiación de su circulante, utilizando la propia póliza de seguro como garantía frente al financiador. De esta manera se da estabilidad a la empresa y se fortalece su riesgo de liquidez.
Respecto a los seguros de caución, estos también ayudan a mitigar el riesgo de liquidez de las empresas, ya que actúan como sustitutivo de los avales bancarios, que habitualmente requieren de inmovilizaciones de capital en garantía. Sin embargo, través de los seguros de caución, habitualmente no se ignoran importes de efectivo ni se retienen fondos de la empresa, sino que se estudian y conceden en base al análisis financiero de las cuentas anuales de la propia empresa.
La principal ventaja de los seguros de caución frente a los avales bancarios es que estos no consumen CIRBE (Central de Información de Riesgos del Banco de España). Los datos de la CIRBE consolidan las financiaciones bancarias de las empresas con todos los bancos sobre los préstamos y avales de cada cliente. Por lo tanto, si una empresa tiene su CIRBE muy colapsado por haber tenido que utilizar diversas formas de financiación bancaria, llegará un momento en que su financiación quede bloqueada. Así, diversificar los avales bancarios a través de compañías aseguradoras ayudará a las empresas a disminuir su CIRBE y a poder utilizarlo solo para las financiaciones bancarias.