Entre las preocupaciones económicas que tienen los empleadores, una de las menos comentadas –pero no por ello menos importante- es que sus trabajadores tengan una vida saludable. A pesar de que nos pasamos una gran parte de nuestras vidas sentados o acostados, el cuerpo del ser humano está diseñado para estar en movimiento. Es un hecho que, cuando nos movemos, cuando estamos activos, nos sentimos mejor; es química pura, ya que el ejercicio genera endorfinas (la hormona de la felicidad). Y no se debe caer en la trampa de pensar que solo cuando hacemos mucho ejercicio es cuando hay efectos beneficios para la salud. La constancia es lo que cuenta.
El absentismo laboral está directamente relacionado con las enfermedades crónicas (provocadas por sedentarismo, falta de actividad física, etc.) y esto afecta a la productividad de las empresas. Las personas activas físicamente ingresan menos en los hospitales, hacen menos visitas médicas y utilizan menos medicación que las sedentarias. Por eso, la empresa debe medir los riesgos de salud de su fuerza de trabajo, los costes médicos y la posible pérdida de productividad. Las empresas pueden mitigar los costes asociados a la salud de sus trabajadores, liderar de forma proactiva este asunto y abordar la productividad de sus trabajadores.
Hay evidencias que sugieren que, cuando las empresas invierten en programas bienestar laboral, ven mejores retornos en el negocio y mayor rentabilidad, en comparación con las que no han hecho tales inversiones o proporcionan programas ad hoc. Por ello, las empresas, cada vez más y de forma más frecuente, establecen programas de bienestar laboral sustentados en datos que les permita medir el retorno de la inversión que hacen.
Las cifras son alarmantes. Según the Integrated Benefits Institute en USA, la mala salud de los trabajadores cuesta a los empleadores 576 billiones de dólares al año. Y aún peor: un estudio realizado por Centers for Disease Control and Prevention en USA calculó que entre los 89 millones de estadounidenses sedentarios de más de 15 años de edad, el aumento de su actividad física redujo en 76.600 millones de dólares los costes médicos directos en 2000 en USA.