Cambio climático y seguros, dos actores en un mismo escenario. Y es que los niveles de pérdidas del mercado asegurador no tienen precedente en las últimas décadas. La rentabilidad se ha desplomado y las exigencias de los compradores están cambiando. El riesgo climático se ha disparado. Son muchos los factores que hacen que el sector de los seguros se prepare para un endurecimiento del mercado. Pero, ¿qué es exactamente el mercado duro y cuál es su origen?
El mercado asegurador es fluctuante. Cuando existen unas condiciones favorables para los compradores de seguros se habla de mercado blando. Y cuando la adquisición se complica se habla de mercado duro. Por el momento todavía no se puede hablar de un mercado duro generalizado, pero sí nos encontramos en un momento de transición clara hacia él. El aumento de las tasas, la reducción de capital, el endurecimiento de las condiciones y el control más exhaustivo de la gestión de riesgos por parte de las aseguradoras son algunas de las consecuencias que ya se están dejando notar.
La situación que ha hecho sonar todas las alarmas está estrechamente ligada con el incremento del riesgo climático. Por primera vez en varias décadas, la industria aseguradora ha encadenado dos años consecutivos de pérdidas. Según las estimaciones de Willis Re, la unidad de reaseguros de Willis Towers Watson, 2017 y 2018 supusieron, respectivamente, 143.000 y 71.500 millones de dólares en pérdidas.
A modo de ejemplo más concreto, la rentabilidad media del suscriptor de Lloyd’s en 2017 fue del orden del 114%. Si el llamado índice combinado supera el 100% representa una pérdida de beneficios. En este caso, por lo tanto, Lloyd’s se vio obligado a tomar medidas para garantizar la sostenibilidad y el desarrollo de sus negocios.
Este aumento de las pérdidas y, como consecuencia, el endurecimiento de las condiciones del mercado viene impulsado por el incremento de la frecuencia y la magnitud de los desastres naturales relacionados con el clima. Los huracanes María, Irma y Harvey que arrasaron el Caribe en 2017 o el tifón Jebi y las inundaciones de Japón en 2018 contribuyeron a que las pérdidas acumuladas superasen en valor a años como 2011 (terremotos en Japón y Nueva Zelanda) o 2005 (huracanes Katrina, Rita e Irma).
Si aumentan los siniestros, disminuyen los beneficios. Sin embargo, el incremento de catástrofes naturales no ha sido la única causa detrás del endurecimiento del mercado asegurador. Estos son, según los analistas de Willis Towers Watson, los elementos que mayor impacto han tenido en la industria:
En definitiva, todos estos factores conllevan que avancemos hacia un tiempo de endurecimiento de las condiciones para los compradores y clientes. Es decir, un mercado duro en el que no siempre se va a conseguir el nivel de cobertura deseado, los costes de la transferencia de riesgos tenderán a aumentar y se incrementarán las exigencias para justificar el enfoque de riesgos de cada empresa.
La COP26 copó la actualidad climática en el último tramo de 2021. La cumbre del clima celebrada en Glasgow, Reino Unido, acabó con tímidos avances en el terreno político, pero con compromisos en el plano financiero que hace pocos años eran impensables. El más destacado, probablemente, fue el Glasgow Financial Alliance for Net Zero, un pacto en el que 450 entidades bancarias y aseguradoras comprometieron 130 billones de dólares en financiación para la acción climática entre este año y 2050.
Además, la transparencia, el compromiso real con la sostenibilidad y el fin del ecoblanqueamiento o greenwashing también estuvieron sobre la mesa. Pero, sobre todo, la COP26 volvió a dejar más claro que nunca que la transición hacia una economía sostenible está también llena de oportunidades para el sector financiero. Así, ¿qué pueden hacer las aseguradoras para liderar y capitalizar esta transición?
Para navegar con éxito esta transición, nuestros expertos en riesgo climático consideran que para las empresas del sector seguros es clave diseñar una estrategia climática, desarrollar nuevos productos financieros específicos, mejorar la cuantificación y el análisis del riesgo y mejorar la monitorización y la comunicación de dichos riesgos. Así, identifican seis áreas de acción prioritarias para que los seguros afronten en 2022 la transición hacia una economía sostenible.
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Partiendo de la base actual de cuantificación de riesgos climáticos, tanto físicos como de transición, las aseguradoras deben sentar las bases de un nuevo modelo de evaluación flexible, que refleje todos los matices del riesgo climático y sea capaz de incorporar los avances futuros de la ciencia climática. Para ello, las aseguradoras necesitan integrar herramientas analíticas fiables, modelos de impacto de catástrofes naturales y métodos avanzados de cuantificación del riesgo climático a nivel empresarial.
Además, el análisis de riesgos debe ir más allá de la cuantificación de los impactos probables para tener en cuenta cómo los esfuerzos para combatir el cambio climático y las medidas de adaptación y resiliencia pueden afectar los riesgos a corto, medio y largo plazo. En definitiva, el enfoque de evaluación debe siempre evolucionar de la mano de la ciencia climática y los avances en modelado y analítica.
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Los riesgos climáticos no son, en muchos sentidos, nuevos para el sector asegurador. De hecho, la mayoría encajan en categorías ya existentes de riesgos financieros y no financieros, como los riesgos comerciales, los operativos y los legales. Sin embargo, dado el carácter sistémico de los riesgos climáticos, las aseguradoras deben empezar clasificarlos de forma específica, considerando explícitamente los riesgos climáticos físicos, los de transición y cualquier cambio previsible en los riesgos legales y de responsabilidad.
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Los riesgos climáticos no tienen impactos aislados en un área concreta del negocio, sino que afectan de forma transversal a muchas otras áreas. Por eso, el riesgo climático debería integrarse en los marcos de gestión de riesgos empresariales y, en especial, en los siguientes procesos:
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La calidad de los datos es clave para gestionar de forma efectiva los riesgos climáticos. Las aseguradoras necesitan identificar las fuentes relevantes de datos, tanto internas como externas, que se alineen con su estrategia climática. Estos servirán, también, para respaldar las operaciones comerciales que contribuyan a una transición y un cambio reales.
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La gestión del riesgo climático va a implicar acciones en la estrategia empresarial, incluyendo dimensiones como el talento y el capital. Por ello, debe desarrollarse una estrategia coherente con objetivos específicos y claros en línea con los criterios de sostenibilidad ambiental y la reducción de emisiones de gases de efecto invernadero. Para lograrlo, las aseguradoras pueden definir los roles y las responsabilidades necesarias para alinear los objetivos de negocio con los climáticos.
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Para mejorar en la comunicación climática, un buen paso inicial es elaborar un informe siguiendo las líneas marcadas por el Taskforce on Climate-related Financial Disclosures, más conocido como TCFD. Según lo acordado en la última cumbre del G7, este tipo de informes será obligatorio a nivel global a finales de 2025. Estos informes TCFD llevan a las empresas a abordar muchas de las cuestiones planteadas en este artículo, pero de forma estructurada y con plazos definidos.
“Para las aseguradoras, la COP26 ha supuestos cambios de gran alcance en la forma en que las empresas deberán administrarse en el futuro. Por lo tanto, es hora de centrarse en hacer las cosas bien, definir aspectos como quién está a cargo, a qué datos acceder, qué modelos usar y qué políticas adoptar, para que las empresas estén listas para emprender su transición climática”, señala Heike Klappach, EMEA P&C Climate Risk Lead Insurance Consulting and Technology, WTW.